sábado, 9 de febrero de 2008

a la lluvia

al lado de la lluvia


1
Como gotas invernales de la Lluvia.
En
Su
Unilateral
Sentido, mis ojos.


2
Si le preguntara a la lluvia
Por su afán inmarcesible y cadencioso
Por el fuego ardiente de su rayo
Por la rústica daga de su trueno
Me susurraría con dolor tu nombre.



3
El rayo que escribe la poesía está en mi brazo
Y las gotas se hincan en los charcos
Como mis ojos en la oscura ausencia.


4
¿Cómo grita el dolor una planta?
¿Cómo llora cuando sangra?
El agua fría de la lluvia la bautiza y la levanta.



5
Caminar las calles ya mojadas
Aparcando un pensamiento triste a la sombra de dos sales,
Es el día y la mañana
Es el canto de los pájaros y el dolor se esconde debajo de los párpados.




6
El día que tú vuelvas será la mañana.
Y no cantará más el cielo sus notas marginales.

miércoles, 30 de enero de 2008

Al silencio...

Al Silencio

La felicidad está en Atlantis
- no la busco-



1

Ella cuelga de mis ojos
Como estrella prendida
En la hondonada eterna de la noche.



2

Estar siempre al borde tu boca
Como ansiosa del mar la espuma



3
Octava nota musical es mi silencio
Cunde por las coyunturas frías de mi cuerpo
Asciende, se hace vértigo,
Hacia el ardoroso infierno de mi boca.



4
Vuelan libres papelitos blancos
Montados sobre el lomo
De un viento inesperado
De la palma de una mano vacía van saltando
Como acróbatas o pájaros.



5

La celda hablando al condenado ausente
La equis sola
Un único árbol que anida a los pájaros
Y la piedra sola en la mano de algún niño
Esperando ser lanzada hacia el abismo.




6
A puertas de la poesía el silencio
Como la luz que se asoma a los vitrales
Y en tu rostro serpenteando notas lacrimales
Exhalando la tristeza.




7
Allende...
al otro lado del mar
Van los ojos perdidos como barcos
Surcando lejanías
Hacia el puerto noble y escondido de tus ojos.



8
Van cayendo las palabras como gotas
De las alas de algún ángel que se moja
Expiando con la lluvia
Duda a duda.

martes, 15 de enero de 2008

El hermano de la muerte

Un génesis sin archivo previo
Y la memoria…. con sus lustros tan ilustres, bien lustrados
El abrazo metafísico infame como para darnos nuevos ánimos
Y la risa en blanco a la puerta de motivos.
En la ciudad…
Una sierpe va detrás de otra sierpe
Vetustamente agazapadas
Con la mordida presta
Y el mover metálico
(Ese debe ser el color del miedo)
Tanteando y casi siempre al pie de la desdicha
Tras los pasos ajenos
Que avanzan lento
a- compás- del- miedo.
-el miedo-
¡Cuan lentos son los pasos de la víctima!
¡Y cuan triste la mirada de los niños bajo la sombra de los puentes!
Hace frío.
Ponme reciamente el abrigo de tristeza
¡Usted Hermana muerte!;
Dé un salto hacia mi cuello y delinca.
Que siento la pena al costado de mis huesos
Adentro muy adentro
Arriba y más abajo
En los mares y en las playas
Y más arriba en cordillera fría mésame la barba carolingia
Y en la selva la palabra griega casi extinta esté en mis labios
Que siento la pena al costado de mis huesos
Adentro muy adentro
Tengo frío.

martes, 9 de octubre de 2007

Sueño en madera...



"Hubo un día tan rico el año pasado...!
que ya ni sé qué hacer con él".
Vallejo.


El viaje lo tenía intranquilo…
La mañana del sábado, víspera de su partida, el viejo se levantó como siempre. Practicó su férreo gruñido matutino frente al único espejo de la casa añeja, que como él, se mantenía en pie a pesar de los años y el peso acumulado de fatigas en el cuerpo.

El ritual le tomo casi una hora, se miraba al espejo observando quietamente las arrugas zigzagueantes en la cara, mientras paseaba con las añejas yemas de los dedos cada uno de los pliegues repletos de la propia historia, sobre el rostro demacrado y duro, a sus ochenta y dos años, a los que había llegado tras un prolongado silencio.
Don Mariano era un libro viejo, lleno de historias asentadas en el cuerpo.

La quinta era la prisión-albergue, hecha de quincha y de madera, de unas cuantas familias que vivían sumidas en la pobreza, situada en el distrito del Rimac, distrito, que en boca del cronista contaba con una historia prolija, la quinta, que desde su construcción, en épocas de la colonia, hasta su mayor y mejor gloria, a finales del siglo XIX, (cuando pertenecía a una de las ricas y aristocráticas familias de la gran Lima).
Había llegado a ser, comparada con sus épocas de esplendor, -un nido de ratas-como solía decir Don Mariano.

Ahora era sólo un viejo cascarón, lleno de rajaduras y de abandono, Don Mariano había llegado a la quinta por cuestiones del azar, en la época del gobierno militar ,en que cada cuarto era alquilado por una vieja matrera, que por un par de monedas, permitía a provincianos solos, recién llegados, con los sacos de su pobreza al hombro y la lástima de ese andar taciturno, tan típico del desarraigo provinciano, - descansar los huesos –como ella decía, en uno de los tantos cuartuchos, venidos a menos, debido al inexorable paso del tiempo.

Llegó solo, y nunca se le conoció a nadie, ningún familiar, ninguna mujer, ningún hijo, siempre fue callado y reservado, al extremo de no hablar con casi nadie, aparte de los saludos de rigor, que eran una excepción ,cuando se topaba con algún viejo vecino.
-Pensé que era un prófugo- Vino a decir la vieja Obdulia, repitiendo la cizaña lastimera, compartida por muchos, dada siempre en esos bajos fondos, cuando se desconoce, o no se quiere conocer a las personas retraídas, o anidadas en profunda soledad.

Don Mariano tuvo que ceder con el tiempo, cuando las fuerzas le abandonaron, como lo abandonó el puesto conseguido en la fabrica, como asistente de limpieza, por tantos lustros, debido a la natural situación de los huesos carcomidos por el tiempo.

Aun así fue selecto. Le pidió con cortesía a Pedro Sánchez ,una de las pocas personas honradas del lugar, el favor de comprarle lo necesario para subsistir, Así, cada mañana, esperaba el pan caliente y otros enseres, mientras calentaba en una olla vieja , la sustancia de avena y harinas, que según él, le permitirían hidalgamente soportar el hambre del día. Sólo los domingos, esperaba impaciente, también el diario, un lujo al que se había acostumbrado, después de aprender a leer cuando ya entrado en años, un muchacho llegado de provincia como él, se había tomado la molestia de enseñarle, a cambio de que Don Mariano, le enseñe las artes de la ebanistería, oficio que desempeñaría hasta el día de su muerte.


Se le iban apagando los ojos, como le apagaron la luz eléctrica una noche de Julio por falta de pago, Don mariano se hizo amigo de las velas, como de las luciérnagas, de su Huánuco querido. Había sido estibador, en la época gloriosa del caucho, domador y desafortunado comerciante, también ayudante en una vieja carpintería, donde a fuerza de gritos e improperios, aprendió el oficio, que nunca le atrajo, -el hambre viola nuestros deseos-, solía decir para sí, como lema absoluto de una vida cargada de sufrimientos y lucha.

Su época más feliz fue de correo, en la ceja de selva, cuando recorría largas distancias, atravesando ríos, bailando huaynos, al compás de las multicolores polleras de las mujeres cantarinas y serviciales, durante las regocijantes fiestas patronales, siempre felices y bien recibidas, en los pueblitos que esperan a los viajeros con sonrisas.
-Fue un tiempo feliz, ese del Marañon- recordaba haciendo alusión al caudaloso río.

El sábado en la noche víspera de su partida, arregló su cuartito como bien pudo, bajo la tenue luz de una vela, con pasitos cansinos y agotados, no necesitaba mucha luz, sabía donde se encontraba cada cosa, sólo los pies arrastraban, junto con la soledad, entre las sombras, el aserrín, producto de su agobiante trabajo en la madera, que se hallaba disperso sobre el suelo, en esa noche donde todo llegaba a su fin.

Había ahorrado para el sueño, sabía que era viejo y que la muerte le invocaba, nunca pudo ser feliz, y sólo le quedaba el deseo único de cerrar los ojos en su querido Huánuco.

Así acostado sobre su rustica cama, sobre el colchón lleno de cheques –como él decía- que eran los ahorros de toda una vida, unos lastimeros ahorros, que daban, para un pasaje en bus y unos meses de subsistencia -los necesarios para que llegue la muerte- y para cumplir el único y último deseo, que era todo lo que le quedaba en vida, un deseo con la muerte, como protagonista final de sus achaques.

Soñó con su niñez. Soñó con su madre. Soñó con el viaje de regreso. Soñó con el encuentro con los viejos amigos, seguramente pocos seguirían vivos. Soñó con el parquecito, frente a la casa paterna, en su querido Huánuco.

Murió soñando. Cuando el cabo de vela también moría y decidía acostarse sobre el colchoncito de aserrín dando vida a un incendio, pago del trabajo de su vida.
Murió soñando.






viernes, 5 de octubre de 2007

La ausente


2


La Ausente encierra la ciudad en sus ojos, gusta los colores con los ojos, los compone y descompone. Juega con ellos sin tocarlos, los aprieta y derrama en las pupilas.

Por el mirador abarrotado de turistas aparece una multitud de gente.

La Ausente apoya los brazos sobre el barandal, e inclina la cabeza suavemente, sus cabellos cobran vida con la brisa, ondean en actitud rebelde como si fueran multitud de banderitas, para luego volver a su lugar masivamente, con ese orden que solo puede coronar la belleza cuando es perfecta (belleza del alma).

La ausente suelta su sonrisa y la deja ir, mientras se olvida del mundo, y es el mundo para los ojos que la observan. Ella disfruta de sí.

Arriba el sol se pone, aquí abajo (entre los mortales), ella luce su vestido de verano y, hay un río de risas caudalosas y de voces humanas que se cuelan por todas las calles.

La Ausente no se inmuta. Sus gestos son macizos como roca, impávida, se escabulle del tiempo, viaja hacia adentro, donde al parecer, oye una voz que solo parece hablarle a ella. (Aun no estoy seguro si la oye o la siente, no lo sé, yo solo la contemplo mientras el viento hace travesuras con su falda).



_Muchacha voz de gemido, ojos de travesura, lengua de espada, correteas por la acera dando saltos, como las hojas grises en otoño, que son otoño en cada hoja….-Le dice alguien-.


_ ¿Qué es un gemido? –Pregunta la Ausente-.

_ Un gemido es un pedacito de canto al que se le escapó la alegría. –Alguien contesta-.

_ ¿Qué es una lágrima? - Interroga la Ausente-

_Las lágrimas son la esencia líquida (como la poesía) del alma. – Le contesta La Voz-.


_Ya lo sabía -responde la Ausente-

Y luego de un silencio prolongado, avergonzando a Dios, dando saltos como una niña, después de su breve plática, ella da vuelta y se va.






jueves, 4 de octubre de 2007

Notas de Melancolía


1


La melancolía pasea sobre el caracol de la tarde. Un crucifijo invisible en su mano baila frente al icono- calendario, mientras observa en su silencio a los minutos descalzos que corretean siempre como niños.
En sus ojos la incertidumbre va tomando abrigo, el cansancio la abraza y, las penas se acurrucan sobre cada uno de sus hombros.

Necesita un andamio para levantar los ojos, una estrella despierta que le alumbre las noches, un café suicida que muera a cada sorbo, que bese sus labios. Mientras espera no se que color que pinte sus tardes tan llenas de gris.

Yo la miro y muero con ella en cada sorbo. Mi alma se angustia porque conozco el precio de su paz y su delirio.

Ella me mira y al verme, su boca dibuja un arco, esboza una sonrisa hacia mi mesa a la distancia, pues yo he sido el testigo mudo y silencioso de su tarde.

_ Es tarde - dice- (y los niños minutos danzan ahora en círculos violentos).


_Es tarde -repite nuevamente-.

Tarde para ti. Tarde para todo.